Hace varios años, el amigo de un amigo alquiló un videojuego como siempre lo hacía en su videoclub de Caseros. La cosa es que esta vez, en lugar de devolverlo en fecha, el flaco se lo quedó y nunca más volvió a pisar el videoclub. Aclaremos que estamos hablando de un CD pirata de PSX que en su momento no costaba más de $10. El dueño del videoclub llama una y otra vez a la casa reclamando el CD, pero el flaco no atiende y si atiende la madre, el pibe le asegura que no tiene nada.
Así pasan varios meses y este flaco, que se había mudado pero cuya falta de neuronas se verá aclarada en las siguientes líneas, no tiene mejor idea que volver al videoclub junto con mi amigo para alquilar otro juego. Sí, el tiempo pasó, el dueño no llamó más, el asunto parecía olvidado...Hasta que este flaco, cuando se paró en el mostrador con el juego que quería alquilar, le dio su nombre y apellido verdaderos al dueño del videoclub, que hasta ese momento no lo había reconocido. Y claro, apenas quiso corroborar que el pibe este era un supuesto nuevo cliente, al dueño le cayó la ficha de quién tenía enfrente. El tipo empieza a mirarlo fijamente. El flaco se pone nervioso y mi amigo, que no sabía nada de la historia, se empieza a preguntar

